FEATURE 21 enero 2019

Una cultura solidaria para hacer la diferencia en el mundo

Los voluntarios de Apple están ayudando a transformar vidas

Una niña usando iPad en el salón de clases.
Ericka Lingwood, estudiante de la Escuela Terence MacSwiney, ha desarrollado sus habilidades para la animación, como parte del programa de voluntarios de Apple.
Michael Normoyle, de catorce años, se levanta rápidamente de su silla para escribir su código en el pizarrón: ZLANZRVFZVPUNRY.
El resto de la clase comienza a hacer trazos intensamente en sus escritorios, esperando ser el primero en resolver el rompecabezas.
En la clase de programación de la Escuela Terence MacSwiney en Cork, Irlanda, las cosas tienden a ponerse competitivas entre este grupo de jóvenes de entre catorce y quince años. Sobre todo en el caso de Normoyle y sus compañeros Seán Harris y Michael McGlue, que aspiran al título de mejor alumno de programación.
Un estudiante escribe sobre un pizarrón blanco en la Escuela Terence MacSwiney.
Michael Normoyle, alumno de la Escuela Terence MacSwiney, escribe su código en el pizarrón durante la clase de programación, mientras que Pavel Zizka, voluntario de Apple, observa.
El programa es parte de una iniciativa especial, hecha posible por los voluntarios de Apple que trabajan en el campus vecino de la compañía, en Cork. Una vez a la semana, más de una docena de voluntarios visitan la escuela para ayudar a enseñar programación, dibujo, fotografía, música y video. Desde que inició el programa hace tres años, la escuela —una de las menos favorecidas económicamente en Irlanda— y sus alumnos se han transformado.
Es una de miles de organizaciones donde los empleados de Apple contribuyen con su tiempo como voluntarios. Y por cada hora que brinda un empleado, o cada dólar que llegan a donar, Apple aporta fondos compensatorios para ambos. En 2018, la suma alcanzó un total de más de un cuarto de millón de horas de trabajo voluntario, y más de 125 millones de dólares donados a las organizaciones en todo el mundo.
Una joven usa iPad para tomar una foto con la ayuda de un voluntario de Apple.
Los voluntarios de Apple trabajan con los alumnos en una amplia gama de materias, incluida la fotografía.
Phil O’Flynn, directora de la Escuela Terence MacSwiney.
Phil O’Flynn, directora de la Escuela Terence MacSwiney, ha visto un cambio radical en sus alumnos desde que comenzó la iniciativa de voluntarios de Apple.
Eso incluye a China, donde Apple es una de las únicas empresas globales que igualan las donaciones de sus empleados. Treinta y dos organizaciones de beneficencia ahora son elegibles para recibir fondos, incluida la Fundación para la Reducción de la Pobreza en China, que ayudó a más de 175,000 personas, en 24 provincias, con asistencia y preparación en caso de desastres tan solo en 2018.

“Tienes que crear esperanza, sin importar el contexto en el que trabajes. A veces, necesitas un poco de ayuda para ello”.

Desde sus inicios hace ocho años, el programa Giving, de Apple, se ha convertido en una poderosa fuerza para el bien global, recaudando más de 365 millones de dólares para organizaciones sin fines de lucro en todo el mundo. No obstante, si se le preguntara a las personas cuyas vidas han cambiado gracias a estos esfuerzos, dirán que el beneficio puede medirse en muchísimo más que dólares y centavos.
“Tenemos a muchos alumnos con las probabilidades en su contra”, dice Phil O’Flynn, directora de la Escuela Terence MacSwiney. “Pero este programa ha ayudado a apoyarlos en su educación, y hemos descubierto talentos que no sabíamos que tenían”.
Una maestra ayuda a los alumnos que están usando iPad para resolver un código de programación.
Linda Cagney, maestra de la Escuela Terence MacSwiney, ayuda a los alumnos Michael McGlue y Seán Harris mientras trabajan para resolver códigos en la clase de programación.
Antes de que iniciara el programa, Normoyle, Harris y McGlue nunca imaginaron que sus futuras carreras tuvieran algo que ver con la programación. Los tres son los primeros de sus familias que podrían obtener un título de secundaria, algo que su maestra Linda Cagney y la directora O’Flynn consideran que ahora se encuentra a su alcance.
“Tienes que crear esperanza, sin importar el contexto en que trabajes”, dice O’Flynn. “A veces necesitas un poco de ayuda para ello, y eso es lo que hace este programa —levanta la escuela”.
De vuelta en la clase de programación, los alumnos todavía están tratando de descifrar el código de Normoyle. Finalmente, alguien grita: “Mi nombre es Michael”.
Sonríe y confirma que es correcto.
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Lauren Cook, de 24 años de edad, era una estudiante del último año de preparatoria en San José State University en 2017 y trabajaba en cuatro empleos para salir adelante. Fue entonces cuando vio un anuncio del reparto de alimentos de Second Harvest en el colegio. Aquel día, salió de ahí con más que bolsas llenas de productos frescos.
“Second Harvest me ayudó a convertirme en la persona que soy ahora —lo siento, me estoy poniendo un poquito sentimental”, dice Cook, entre lágrimas. “Significaba que tenía que trabajar en un solo empleo, y a la vez me permitía concentrarme en ser una estudiante de universidad”.
Un retrato de Lauren Cook.
Lauren Cook reconoce a Second Harvest por haberle dado la oportunidad de enfocarse en la universidad y su futuro.
Un joven separando naranjas.
Los voluntarios de Apple separan las naranjas en Second Harvest Food Bank, en San José, California.
Desde la gran recesión de 2008, el número de personas que son atendidas cada mes por Second Harvest Food Bank en los Condados de Santa Clara y San Mateo, los cuales abarcan la mayoría de Silicon Valley, ha visto un incremento de 47 por ciento —de un promedio de 175,000 a 260,000. Únicamente en 2018 eso se tradujo en casi 55 millones de comidas. 
La historia del voluntariado de Apple con Second Harvest se remonta al 2000. El año pasado, los empleados pasaron casi 3,000 horas clasificando y distribuyendo comida, lo que hace del banco de alimentos uno de los principales beneficiarios de los voluntarios de Apple en Estados Unidos.
“Lo que es muy importante acerca de esta asociación es que tenemos voluntarios de Apple en los que podemos confiar”, dijo Leslie Bracho, CEO de Second Harvest. “Gracias a ese compromiso de largo plazo, es posible intentar nuevas cosas e innovar, como nuestras despensas de alimentos en las facultades. Es lo que me da la esperanza de que si hay algún lugar en el país donde podamos solucionar los problemas de hambre, es aquí”.
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Cuando Samuel Snowe, de 29 años de edad, abrió el paquete que contenía su faja de pecho, se sorprendió al encontrar algo más.
“Sé la persona que quieres ser”, así comenzaba la nota. “Amarte a ti mismo es el primer paso. Gracias por ser increíble”.
Estaba firmada únicamente con el nombre ‘Megan’. Snowe estaba sumamente emocionado — aquellas veintiún palabras le recordaron que no estaba solo.
En 2009, Aydian Dowling salió del armario como transgénero, pero el seguro médico no iba a cubrir su transición. Con el paso del tiempo reunió los fondos necesarios por su cuenta y con el apoyo de sus amigos, sin embargo, la experiencia negativa le dejó el deseo de ayudar a los demás. Hace dos años, co-fundó Point of Pride, cuya misión es “ayudar a las personas trans que lo necesitan, a través de programas de apoyo de afirmación de género que las empodera para vivir de manera más auténtica.”
Esto incluye el programa de prendas de vestir de la organización, que ha enviado más de 3,500 fajas de pecho gratuitas a personas en todo el mundo, incluido Snowe, junto con una nota personal de aliento.
La idea de incluir una nota comenzó cuando la organización se unió con la empleada de Apple, Liz Byrne, que ahora pertenece a la junta de Point of Pride. Liz recibió una carta de aliento de un amigo cercano mientras atravesaba un periodo difícil en la preparatoria. Desde entonces, Liz ha organizado casi 20 sesiones de estilo de escritura de cartas en los campus de Apple en Cupertino, Austin y Sacramento, a los que asisten cientos de empleados.
Para Snowe, recibir su faja de pecho gratis fue esencial, pero agradece la nota aún más.
“Cuando se es transgénero, hay muchos momentos en los que no sientes que merezcas estar vivo — como si fueras menos de un ser humano”, dice Snowe. “Y cosas como ésta nos recuerdan que todavía somos humanos, que estamos vivos, que seguimos siendo personas y que somos importantes para alguien”.
Una nota personal escrita para Liz Byrne.
La nota que Liz Byrne recibió de un amigo en la preparatoria, y que se volvió la inspiración para el programa de estilo de escritura de cartas de Point of Pride.

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